Un nuevo estudio, realizado por el Banco Mundial en 14 países, descubrió que las empresas lideradas por mujeres tenían un rendimiento más bajo que las lideradas por hombres… Ahora bien, ¿a qué se debe esto?
Digamos que uno de los aspectos más importantes es el número elevado de mujeres que no llega a completar su educación secundaria. Por otro lado, existen ciertas barreras, como el acceso reducido que tienen a fuentes de financiación, y también aquellas personas que intentan limitar a las mujeres para que se limiten únicamente a esas disciplinas que se consideran sólo para ellas. En otras palabras, existen varios desafíos a nivel estructural a los que debemos hacer frente para que las mujeres inviertan todo su potencial y puedan transformar nuestras comunidades.
Este estudio nos da una idea de los complejos desafíos a los que debemos enfrentarnos en África. Es, además, nuestra responsabilidad abordar este desafío, que dista de ser fácil, con el objetivo de que África sea para todos y especialmente para esas 600 millones de mujeres africanas.
Hace unos meses, leí The Checklist Manifesto (el Efecto Checklist) de Atul Gawande, un cirujano. Gawande habla acerca de la responsabilidad colectiva para “poder hacer las cosas correctamente”. Mientras que la cirugía tiene como objetivo salvar vidas, las empresas tienen el cometido de invertir en recursos para crear riqueza. Y es que crear riqueza a través de oportunidades económicas para mujeres es una de las claves para llevar a cabo cambios a través de la cooperación. En el caso de una operación, esa cooperación salva vidas, pero hay veces que no funciona. En las empresas lideradas por mujeres ocurre algo muy parecido: esa colaboración salva vidas y algunas veces no se materializa en resultados positivos. Lo que Gawande postula es que la combinación de competencias y la especialización, además de actuar con la debida cautela en cada uno de los casos en quirófano, es lo que marca la diferencia en cuanto a la vida del paciente.
En cuanto a lo que nos concierne, nuestro “paciente” sería el paro, especialmente el paro juvenil. La capacidad emprendedora, la educación, la financiación, la cooperación y las competencias forman parte de todo lo necesario para hacer de la transformación de nuestras comunidades una realidad. Para conseguirlo, necesitamos entender mejor por qué las empresas lideradas por mujeres son más pequeñas, menos innovadoras y crean menos puestos de trabajo que las de sus colegas hombres, como observó el Banco Mundial en su estudio. No sólo esto, sino que además las mujeres cobran un 34% menos que los hombres.
Si aceptamos la máxima de que la agricultura es la base de la transformación económica, entonces ese sector debería darnos algunas respuestas a los desafíos a los que nos enfrentamos como continente. Las mujeres que desean trabajar en empresas agrícolas deberán salvar algunos obstáculos sin apenas apoyo. Pero, por desgracia, el acceso a la tierra, los mercados agrícolas, las innovaciones recientes en tecnologías agrícolas, los insumos agrícolas como semillas o fertilizantes, los préstamos y la formación están limitando a las mujeres en su progreso, por lo que no es posible llevar a cabo un cambio en nuestras comunidades. Sin embargo, sabemos que, para 2030, la agricultura en la mayor parte del continente, incluido África occidental, tendrá un valor de un trillón de dólares. Si no conseguimos cosechar los beneficios de la transformación de nuestra agricultura, nuestra transición hacia el sector servicios no podrá atender la demanda de nuestros jóvenes.
Para solventar estos problemas, los clasificaremos, como haría Gawande, en tres categorías: sencillos, complicados y complejos. Al enfocar los problemas de este modo, podremos hacer frente a todas las dificultades que existen en el África occidental. Y más concretamente, podremos extraer lecciones al establecer un paralelismo con un quirófano, cuando pensamos en crear un puente entre el acceso a la financiación y las oportunidades para las mujeres. Para alcanzar este objetivo, debemos de llegar a un punto en el que la realidad de cada día de las millones de mujeres del África occidental conecte los puntos entre educación y competencias. Estos dos elementos, que conforman las bases de la transformación económica, continúan desafiando nuestros principios básicos.
Juntar educación con competencias y dirigirlo hacia el empoderamiento económico de la mujer no es un asunto complicado, pero aún no lo hemos solucionado demasiado bien. El informe del Banco Mundial muestra que el 30% de las mujeres empresarias completaron su educación secundaria, en comparación con un 40% de los hombres con estadísticas similares, que terminaron cursos específicos de emprendimiento. A pesar de todas estas limitaciones, sabemos que las mujeres africanas trabajan más que sus compañeras en otras partes del mundo. Aquellas que no son emprendedoras están alimentando a sus países a través de su compromiso con la agricultura. Por otro lado, el Banco Mundial afirma que, con esta diversificación, África es la única región mundial con el mayor número de mujeres empresarias del mundo.
Además, existen otros problemas, que no son tan complejos y que no requieren actuación directa por parte de legisladores o gobiernos, pero que tienen algo que ver con cómo se les hará frente a los problemas complicados y complejos de las empresas. Uno de ellos es el de la información. La información fiable es la base del trabajo de una empresa que promueve causar algún impacto en las partes interesadas y en los accionistas. Como Gawande demuestra en el proceso de establecer una lista de verificación en el campo de la cirugía, la información juega un papel vital para poder hacer las cosas correctamente. Con el objeto de que esa información sea significativa, debe estar conectada con servicios financieros digitales para que a lo largo de todo el espectro de posibilidades, las mujeres empresarias consigan oportunidades para crecer, y más importante aún, marcar la diferencia en las cifras de paro.
Pero para financiar esta transformación hay que tener en cuenta los siguientes factores: el tipo de interés, el riesgo asimétrico, la falta de capital y las políticas limitadas. Incluso podría afirmar que a veces las políticas no llegan a reconocer que el 80% de nuestra economía es de tipo informal y algunas necesidades que quizá pueden parecer sencillas de paliar, son en realidad muy complicadas. Cuando así sea, la puesta en común de recursos en los primeros pasos del proceso es un catalizador del impacto. Las mujeres suelen compartir unos ahorros, que constituye un mecanismo financiero y recibe diferentes nombres dependiendo del país (en Costa de Marfil se denomina tontine; en Sudáfrica, stokvel; en Ghana, susu y en Tanzania, pamoja), pero todos hacen referencia al mismo concepto de ahorros domésticos. Existen ahora mismo proyectos de innovación para llevar estos modelos al espacio de los servicios financieros digitales, ya que es importante tener un puente con una institución financiera, porque ofrece pruebas reales a entidades como bancos, que evalúan las oportunidades o se arriesgan a tomar una decisión.
Ésta es la razón por la que la información es un recurso clave que relaciona empresas con entidades financieras para hacer frente a los problemas más complejos y complicados. Por ejemplo, hay una necesidad de tener información detallada y que se entienda bien para la toma de decisiones acerca de qué tipo de empresa debería ponerse en marcha en el África occidental y a qué propósito serviría. Dadas sus características, una empresa no es tan sólo una máquina de hacer dinero. Debe tener un doble objetivo: tener una rentabilidad y también contribuir al desarrollo del continente. Ocurre lo mismo con un cirujano: no podrá actuar si no tiene información detallada que le facilite estudiar las diferentes opciones para curar al paciente, o más importante aún, no podrá trabajar sin supervisar en todo momento la frecuencia cardíaca. En nuestro contexto, las pulsaciones del continente son las de una persona joven, y los 20 millones de jóvenes que están listos para entrar en el mercado de trabajo cada año durante las siguientes tres décadas necesitan unas bases más sólidas para que tengan lugar transferencias intergeneracionales.
El capital suele ser la barrera cuando no llegamos a comprender que las políticas y las regulaciones son las responsables de facilitar la financiación a las instituciones ya existentes. En ese sentido hay una serie de limitaciones que se clasifican en tres grupos: (1) políticas y regulaciones, (2) escasez de mercado y (3) el desarrollo de capacidades. Dentro de políticas y regulaciones, podríamos incluir también las trabas para conseguir flujo de capital, el ahorro limitado, la unificación de las regulaciones y el coste de financiación. En cuanto a las limitaciones, tenemos escasez de capital de riesgo, apenas hay registros financieros y la financiación innovadora es muy limitada. Finalmente, en cuanto al desarrollo de competencias, se necesitan muchos más esfuerzos en lo que a gestión empresarial se refiere; como la planificación, la información asimétrica y una parte importante de la cultura financiera, que es la amortización, para aquellos que tengan acceso al crédito.
I Encuentro de asociaciones de mujeres empresarias de la CEDEAO
I Encuentro de asociaciones de mujeres empresarias de la CEDEAO (Imagen: Ángel Medina)
A continuación, si tenemos en cuenta estas limitaciones, hay también una diferencia entre mujeres y hombres en cuanto al acceso a la financiación. Un artículo reciente del periódico Le Monde acerca de mujeres y empresas informaba de que las diferencias oscilan entre el 30 y el 70% en cuanto a acceso a capitales. Además, es este capital inicial el que determina el progreso en la empresa. Concretamente, el mayor desafío estaría en diversificar los sectores en los que las mujeres empiezan sus empresas. Este es un factor que a veces se pasa por alto, ya que nos centramos mayoritariamente en educación y financiación. Si nuestro objetivo es crear riqueza, entonces hay que luchar por que las mujeres no tengan limitaciones impuestas por otros para que la estructura de nuestra sociedad no se base sólo en la industria textil, la alimentaria y la administración hotelera. Los datos confirman que el transporte, la fabricación o la construcción, sectores dominados por los hombres, abren las puertas al desarrollo económico. Aún así, parece ser que continuamos viendo a las mujeres jugando solo determinados roles y, por consiguiente, limitando a la juventud.
Cada país de África occidental es único. El crecimiento económico es un indicador de los problemas complejos que convergen en resultados específicos. La experiencia que se tiene en uno no es la panacea para tener éxito en el otro. En esta línea, Gawande además afirma que si criamos a un niño y le ofrecemos una serie de herramientas específicas puede que gane experiencia, pero no garantiza el éxito con el siguiente hijo ¿Cómo podemos replantearnos que los resultados más inciertos son la recompensa esperada de las inversiones?
A mi modo de ver, necesitaríamos:
Crear un entorno propicio para asegurarnos de que la seguridad de las mujeres no esté en juego cuando se adentren en las empresas donde mayoritariamente hay hombres. Como sociedad, ¿estamos preparados para abrirle la puerta a mujeres y que así compitan contra hombres para que el crecimiento se traduzca en empleo para los jóvenes? En realidad, todos nos beneficiamos porque son ellas las que construyen empresas más grandes y rentables cuando invierten en sectores dominados por hombres.
Debemos también juntar nuestros recursos para dirigir el África que tenemos hacia la que queremos. Del mismo modo que 350 millones de africanos con renta disponible ahorran 1 dólar al mes, podríamos reunir 4,2 miles de millones de dólares en financiación cada año para hacer frente a los desafíos. Si lo logramos, estaremos imitando la receta del éxito que funcionó para China, es decir, financiarnos con recursos nacionales y ahorros.
Crear oportunidades y así desarrollar las capacidades de las mujeres para que las competencias y la educación no sean nunca más una excusa, ya que tienen la misma importancia que la financiación.
Se podría decir que cada país necesita identificar su sistema cardiovascular, que asegura disponer de una serie de recursos que apoyen a las comunidades en su desarrollo. También necesitan identificar su propio sistema respiratorio, que traerá un soplo de aire fresco cuando haya que tomar medidas críticas. Finalmente, el sistema nervioso es el vínculo donde confluye nuestra capacidad de resiliencia a nivel individual y colectivo. Gracias a la comprensión especializada de todos los sistemas, el cirujano y su equipo pueden enfrentarse a problemas que afectan al paciente y a todo el servicio. En nuestro caso, y tras haber reflexionado acerca de las limitaciones, sabemos que los ahorros, los fondos de pensiones y las ventajas fiscales son parte del círculo virtuoso que da vida a las ideas que después crean empleo.
El objetivo que todos perseguimos es transformar la economía de África occidental, aunque la tarea dista de ser fácil. Al mismo tiempo que aspiramos a crear riqueza, debemos asegurarnos de que conocemos los órganos vitales que allanarán el camino de cada mujer para tomar las riendas de las empresas que traerán más empleo a las comunidades. En este sentido, creo que deberíamos considerar la agricultura nuestro sistema cardiovascular porque es el combustible que permite a los demás sistemas funcionar. Aún así, seguimos encontrándonos arterias bloqueadas, donde los corazones jóvenes tienen dificultades para utilizar su energía y que siga circulando el flujo. Los jóvenes serían como nuestro aparato respiratorio porque nos permiten darnos cuenta de la necesidad de estar innovando continuamente. Por otro lado, nuestras instituciones constituyen el sistema nervioso, con sus políticas y regulaciones. Lo complicado es encontrar el perfecto equilibrio que todos debemos comprender para poder convertirnos en participantes activos.
África tiene 600 millones de mujeres, lo que conforma la mitad de su población. Desafortunadamente, al limitar su capacidad para prosperar, estamos retrasando el progreso que necesitamos tan desesperadamente para crear empleo. Por suerte, las mujeres africanas no están solas ante este desafío. Aquellas soluciones que encontramos aquí, en África, fortalecerán el potencial de mujeres en todas partes del mundo. Esta responsabilidad no es solo una cuestión de hombres o mujeres, sino también de todos aquellos que creen que el mundo no puede seguir adelante si solo funciona a la mitad de sus capacidades y de los muchos que esperan que se resuelvan todos estos desafíos a los que hacemos frente.